¿Y si hablamos de tristeza?

Creo que todos nos hemos sentido en algún momento deprimidos por el trabajo, la familia o el amor. Tantas razones que pueden hacernos sentir miserables. En ocasiones dura unas horas o días y luego se va, como llegó. Pero ¿se imaginan sentirse así siempre? Ver pasar los días uno tras otro sin encontrarle sentido a estar vivo. Intentar encontrarse uno mismo sin lograrlo. Perder todos los sueños, deseos o esperanzas sin ninguna razón.
Los dos últimos libros que leí, La campana de cristal de Sylvia Plath y El guardián entre el centeno de J.D. Salinger, me han puesto a pensar mucho en ello. Yo no soy de naturaleza depresiva, en general cuando me siento triste solo necesito dormir un poco, o comer un helado, para que todo pase. Entonces cuando la gente me habla de depresiones o problemas psicológicos me parece difícil de concebir. No es que no les crea, simplemente no podía imaginármelo. Pero estos dos libros me pusieron todo en claro y a flor de piel.
En La campana de cristal conocemos a Esther, una joven y talentosa estudiante que ha ganado un concurso de narración. Gracias a este concurso, realiza una estancia de un mes en Nueva York dónde se rodea de la crema y nata del mundo de la redacción. Pasa sus días en un mundo que es muy alejado del suyo y lo que debería ser un sueño para cualquiera se convierte en una fuente de dudas e indiferencia para ella. Y todo lo que comenzaba a macerarse en su cabeza durante su estadía en Nueva York estalla cuando regresa a su casa, donde tiene que afrontar la realidad y un futuro que parece incierto. 

No les platico más porque sería contarles el libro, aunque si conocen a la autora se imaginaran de qué va todo. Solo puedo decirles que es un libro difícil psicológicamente, que me dejó pensando ¿en cómo podría yo ayudar a Esther? ¿Cómo hacerle ver que tiene todo por delante cuando ella no lo quiere ver? Y al mismo tiempo me deja impotente porque entendí que cuando alguien tiene problemas psicológicos no hay razón humana que ayude. Desgraciadamente en aquellos tiempos (1950-1960) la medicina tampoco podía hacer mucho por ellos.
El guardián entre el centeno  volvemos a caminar por las calles de Nueva York, pero esta vez en compañía de un estudiante de colegio. Holden es expulsado de su escuela debido a sus malos resultados, y no es la primera vez. Esto ocurre cerca de las vacaciones de Navidad, por lo que él decide quedarse en Nueva York por su cuenta antes de regresar a casa y enfrentar a sus padres. Durante esos días él se pasea por la gran manzana, pasa de bares a hoteles baratos, estaciones de tren, parques y demás. Durante su trayecto recuerda su pasado, su infancia, sus hermanos, las escuelas donde ha estado y la gente que ha tratado. Y piensa en construir su futuro de formas tan extrañas como su mente se lo permite.


Lo curioso con Holden es que nunca llegué a entender en realidad lo que le pasaba. No parece deprimido o con problemas psicológicos, solo se le ve molesto. Y es justo esto que me perturbó del libro, porque yo quería entender a Holden para colocarlo en una de mis cajas cerebrales. Con esto me doy cuenta que estoy tan acostumbrada a clasificar a la gente y  creo que si no le pongo a una etiqueta a alguien no puedo ayudarlo.
El lenguaje que utiliza Holden es cotidiano, juvenil y agradable, pero el libro me pareció más triste y obscuro que La campana de cristal a pesar que en cada palabra de Esther sientes que todo está mal. En momentos sentía que la vida de Esther iba a mejorarse, mientras que no tenía mucha esperanza por Holden.
El guardián entre el centeno se lo recomendaría a todos, principalmente jóvenes que se sienten perdidos. Sin embargo La campana de cristal creo que no es para todos, porque puede parecer de esos libros que no pasa mucho, por la forma en la que está escrito y sobre todo por el tema que plantea.
Los dos libros me encantaron y creo que aún no acabo de digerirlos completamente. Aún ahora que pienso en ellos me siento triste, melancólica, aturdida. Pero sé que son de esos personajes que me acompañaran por un buen momento en mi corazón.

Nos seguimos leyendo


Imagenes:
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